Emberá-Wounaan

De ama de casa a profesora, la historia de superación de Luzmila Sandoval

Luzmila Sandoval de la comarca Emberá-Wounaan muestra con orgullo su diploma de Profesorado en Educación Primaria y que le ha costado esfuerzo, sacrificio y mucha dedicación

21 junio 2021 |

Luzmila Sandoval de la comarca Emberá-Wounaan muestra con orgullo su diploma de Profesorado en Educación Primaria y que le ha costado esfuerzo, sacrificio y mucha dedicación. Hace 12 años era una modesta ama de casa que recién había ingresado al programa de Red de Oportunidades, el cual desarrolla el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) para familias de escasos recursos.

Con la transferencia que recibió se matriculó en la escuela nocturna de Metetí en la provincia de Darién e inició un largo camino que nunca imaginó que iba a emprender.

Esta madre de seis (6) hijos cruzaba todos los días el río Chucunaque para llegar a la escuela, así lo hizo hasta que logró obtener el bachiller. Luego ingresó a la universidad donde obtuvo el profesorado en educación, cerrando un ciclo en su vida que le permitió subirse de nuevo a un tren que parecía escaparse para ella.

A sus 45 años está lista para obtener su segundo título, la licenciatura en educación, que le permitirá ser profesora en su corregimiento natal de Lajas Blanca, el cual presenta un índice de pobreza multidimensional del 97.6% de acuerdo con el IPM-C, elaborado por la Secretaría Técnica del Gabinete Social.

Luzmila recuerda todo los escaños que tuvo que superar. El retorno a las aulas lo realizó en compañía de sus seis (6) hijos a los que atendía mientras formulaba proyectos, resolvía tareas y regresaba a las pizarras a resolver los problemas que la convertirían en una profesional.

Para la ministra María Inés Castillo la historia de Luzmila representa a los 41,002 beneficiarios de la Red de Oportunidades que en los últimos 15 años han mejorado su calidad de vida con programas de inclusión productiva y con transferencias monetaria condicionadas (PTMC) que le han abierto una puerta para emprender, estudiar y generar ingresos a partir de proyectos sostenibles.

Castillo explicó que la Red de Oportunidades tiene rostro de mujer, ya que el 97.6% de las beneficiarias son mujeres rurales respecto a 2% de hombres que participan en el programa, lo que visualiza la importancia que tiene estos proyectos en las zonas rurales, donde las fuentes de empleos es casi nulo.

Para generar economía en la comarca el Estado ha transferido en el primer semestre de 2021 un total de 12.6 millones de balboas a través de los PTMC.

Proyectos que cambian vida

De acuerdo con un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, los PTMC están presente en 18 países de la región y benefician a más de 25 millones de familias (alrededor de 113 millones de personas), es decir, el 19% de la población de América Latina y el Caribe, a un costo que ronda el 0.4% del producto interno bruto (PIB) regional.

Este año el MIDES ha trasladado a la comarca Emberá-Wounaan proyectos agrícolas que consisten en el cultivo de ñampí, yuca, ñame, maíz, otoe y otros rubros. Este proyecto les permitirá a las mujeres desarrollar parcelas con fines comerciales.

Se trata de un proyecto ambicioso de una inversión de un millón 90 mil balboas y que cuenta con el respaldado y la asesoría técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Estos programas tienen un impacto especial en las comarcas indígenas, donde se concentran el 46% de los beneficiarios de los PTMC, unos 18 mil 883 panameños que están desarrollando proyectos agrícolas, avícolas, acuícolas, entre otros.

Luzmila está lista para emprender y lo hará cultivando maíz, ñampí y otoe con el objetivo de comercializarlo y generar nuevos ingresos para su familia.

En un año convulsionado y trastocado por la pandemia Luzmila está cumpliendo sus metas. El primero es haber logrado un título universitario que le ha permitido ser lo que siempre soñó, ser profesora de grado; y el segundo, es desarrollar su propio negocio.

En un año habrá culminado su licenciatura y para cuando esto se concrete está decidida a abandonar voluntariamente la Red de Oportunidades porque habrá completado una etapa que la llevó de ser una ama de casa a una profesora y emprendedora, y así demostrar que en la vida siempre hay oportunidades para salir de la pobreza.

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Presentación

EMBERÁ-WOUNAAN

Emberá-Wounaan es una comarca indígena de Panamá. Fue creada en 1983 a partir de dos enclaves ubicados en la provincia de Darién, específicamente de los distritos de Chepigana y Pinogana. Su capital es Unión Chocó. Su extensión abarca 4383,5 km² y posee una población de 9.544 habitantes (2010),1​ la mayoría de estos pertenecen a las etnias emberá y wounaan, distribuidas en 40 comunidades.

Durante la época colonial a estos aborígenes tanto a la etnia emberá y a la etnia wounaan se les conocía con otros nombres, tales como: citares, zirambiraes, citabiraes, chocoes y otros. Entraron al istmo alrededor del siglo XVIII procedentes de la región del Chocó en Colombia. Los últimos estudios indican que antes de la llegada de Colón ocupaban probablemente tierras del Brasil.

La Comarca Emberá-Wounaan abarca quinientas hectáreas y está dividida en cuarenta y dos comunidades con un total aproximado de nueve mil indígenas.

Este grupo indígena se divide en los wounaan y los emberás. Los primeros habitan las áreas del Darién, diseminados en las orillas de los río Membrillo, Tupiza, Tuira, Río Sabalo y Jingurundó, habitan en la tierra colectiva fuera de la comarca en: Puerto Lara, Balsas, Jaqué, Sambú y Río Bagre. Los emberás habitan en las orillas de los ríos Chucunaque, Tuira, Tupiza y Río Chico y también habitan en la provincia de Panamá: Chagres, Mocambo Abajo, San Antonio, Gamboa y Gatún.

Los hombres utilizan un taparabo que llaman guayuco (cubierta) y una faldota artesanal fabricada originalmente con chaquiras plásticas (usada en ocasiones especiales) llamada amburäco, pero cuando van a los pueblos visten camisa y pantalón, aunque actualmente los hombres visten con camisetas y pantalones modernos. Las mujeres utilizan telas paruma y envuelven a manera de falda sus caderas hasta las rodillas y collares alrededor del cuello tejidas por sí misma llamadas shakiras, y sus cuerpos pintados de jagua (pintura natural producida por una planta).

El pueblo emberá–wounan utiliza en todos los momentos de ceremonia el agua y al llegar el momento, imita el canto del agua. Sus canciones comienzan en los arroyos más pequeños, se transforma en caudalosos ríos, desemboca en océanos majestuosos y en nubes de trueno y cae sobre la tierra para comenzar de nuevo. Cuando se amenaza el agua, se amenaza a todos los seres vivientes. Hay un tabú sobre dos fogones en una misma casa. Se señaló que la existencia de dos fogones corresponde a los criterios de tabú en vinculación con la enfermedad, la preñez y la menstruación. De acuerdo a ello, el fogón utilizado en la circunstancia mencionada, se denomina “nío-gua-boin” mientras que el de uso común se llama níogua-kóin.

Se practica el baile guarä, ka, kisemie, cadanie y otros. La pintura facial es de uso común en ocasiones rituales, usándose para ello una cera obtenida del insecto llavera y jugo de corteza de bejuco que se cría especialmente en árboles cerca de la casa, tales como el jobo. Otra festividad de gran estima entre los emberá y también en wounan es la llegada de una joven a la pubertad. La misma es aislada dentro de la casa, sin que nadie pueda hablarle, escucharle o tocarle. Sólo puede ingerir alimentos preparados con plátanos y bananos. Una vez finalizado el período de aislamiento, sus padres ofrecen una fiesta, donde abunda la comida y las bebidas fermentadas. En la misma, se le designa oficialmente con un nombre y se le declara apta para el matrimonio.

También existió una festividad relacionada con la pubertad masculina, llamada "krote", la cual ha sido casi abandonada. La misma consistía en la formación de un grupo con aquellos muchachos que les llegaba el cambio de voz. Los mismos eran conducidos fuera del caserío, preferiblemente la selva, donde permanecían incomunicados. Uno de los muchachos del grupo era elegido jefe u Ougún, el cual instruía al resto en cuanto a las tradiciones, caza, ejercicios de guerra y competencias de agilidad. Posteriormente eran sometidos a exámenes y los que aprobaban, se les confería un nombre para toda la vida.

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