Tres sorprendentes curiosidades sobre la fresa blanca

¿Mezcla de fresa y piña? ¿O tal vez una fresa transgénica? Nada de eso, se trata de una variedad tradicional que ha sido recuperada después de casi extinguirse.

06 marzo 2023 |

Uno de los productos mejor valorados de estas fechas, que empieza a estar en temporada, es la fresa. Coloquialmente, es considerada una fruta, en algunas zonas de Sudamérica la llaman ‘frutilla’, en inglés es ‘strawberry’, cuya etimología procede de strewn berry, baya que se esparce —en referencia al porte de la mata, que se extiende alfombrando el suelo–. Sin embargo, en términos botánicos su naturaleza no es tan simple. Ni es una auténtica baya —como el arándano, el tomate o la sandía—, ni tampoco es una fruta carnosa.


Los frutos de la fresa son diminutos, secos, normalmente de color oscuro, de tipo aquenio; el mismo tipo de fruto que el anís, la quinoa o el cannabis. Pero, a diferencia de estas plantas, los frutos de la fresa quedan adheridos al receptáculo, la parte final del tallo, que se engrosa y madura adquiriendo una viva coloración roja. La fresa que comemos es, por lo tanto, un fruto complejo, denominado eterio, formado por ese tallo engrosado, y en cuya superficie se presentan, diminutos, los auténticos frutos. Esas pequeñas pepitas negras, en cuyo interior se encuentran las semillas, y que son generalmente confundidas con ellas.



Pero no todas las fresas son rojas. Desde hace algunos años, en algunas fruterías han aparecido —y no precisamente a un precio asequible— fresas blancas, ligeramente amarillentas, y ocasionalmente algo rosadas en su madurez, cuyos aquenios exhiben un tímido color rojo.

¿Mezcla de fresa y piña?
El nombre comercial de esta variedad de fresa es Florida Pearl®. Es tierna, jugosa, de sabor dulce, y con un aroma que recuerda a la piña. Por eso, en Estados Unidos, se denomina coloquialmente ‘pineberry’, y en una traducción bastante literal, en España se la llama ‘fresa piña’. El nombre puede llevar a una confusión: algunas personas creen que estas fresas blancas son una especie de mezcla o de cruce entre fresa y piña.
Pero nada más lejos de la realidad.


Piñas y fresas son dos plantas drásticamente diferentes; la fresa pertenece a la familia de las rosáceas, como la rosa o el almendro, una dicotiledónea de la clase Magnoliopsida; la piña, sin embargo, es una bromeliácea, una monocotiledónea de la clase Liliopsida, más cercana al trigo o la banana. Plantear el cruce entre una piña y una fresa tiene, en términos filogenéticos, el mismo sentido que intentar cruzar un caniche con un tiburón sierra.
Una opción más verosímil sería la transgénesis. Sí sería viable identificar algunos de los genes que proporcionan el aroma de la piña e insertarlos en una planta de fresa, para obtener un olor similar. Incluso se podría eliminar, mediante manipulación genética, la parte del genoma que le confiere a la fresa la coloración roja. Fresas transgénicas.

Pero no es el caso. La fresa blanca no es producto de la ingeniería genética. Su origen es mucho más tradicional y procede de una forma mucho más primitiva de manipulación genética, que el ser humano lleva practicando desde que inventó la agricultura.


El origen de la fresa blanca
En España se cultivan principalmente dos variedades de fresa; la fresa silvestre, Fragaria vesca, y el fresón, Fragaria × ananassa, una forma híbrida de dos especies de origen americano, F. chiloensis y F. virginiana. Lo habitual es que todas estas fresas sean rojas; sin embargo, esta fresa blanca no deja de ser, en términos filogenéticos, un fresón. Sigue siendo Fragaria × ananassa.
La fresa blanca, en un sentido muy amplio, ha existido desde siempre. De hecho, la especie F. chiloensis tiene variedades blancas. Durante siglos, variedades blancas del fresón híbrido se han cultivado en Sudamérica. En el siglo XVIII se introdujo en Francia. Encontró un nicho en los agricultores holandeses, aunque era principalmente exportada a Japón, donde era un fruto bastante apreciado.


Pero la falta de interés hizo que, paulatinamente, estas fresas blancas fuesen desapareciendo. En el año 2003, casi se dio por extinta. Y aquí es donde entra la variedad Florida Pearl®. En 2012, un grupo de investigación de la Universidad de Florida adquirió fresas blancas en un mercado de Japón —se desconoce dónde fueron cultivadas— y sembró sus semillas. Una de las plantas dio fresas blancas; a esta variante se la denominó FL 12.65-2. Desde ese progenitor, se empezaron a hacer cruces con otras variantes de fresa desarrolladas en la Universidad —unas con el interior del eterio blanco, otras de mayor tamaño, con la pulpa más firme, con resistencia a ciertas enfermedades…— y, tras varias generaciones, nació la variante designada como FL 16.78-109. La auténtica Florida Pearl®.

En el año 2021, los agricultores de la empresa Masiá Ciscar importaron el cultivo de la Florida Pearl® a sus campos en Lepe, Huelva, y en 2022 lo hizo también Doñana 1998, de Almonte, para su gama de productos gourmet Corazon Berry.

¿Por qué es blanca?
El color rojo de la fresa más habitual viene dado por una serie de pigmentos flavonoides con función antioxidante, llamados antocianinas. Son los mismos principios activos responsables del color del vino tinto, la frambuesa o la berenjena.


La acumulación de antocianinas viene determinado por la genética de la planta. De hecho, durante el desarrollo de la variedad Florida Pearl®, cada vez que los investigadores cruzaban una planta de fresas blancas con una de fresas rojas, la mitad de la descendencia exhibía frutos blancos, y la otra mitad, rojos.


El color blanco lo proporciona una mutación en el gen que codifica para un factor de transcripción denominado FaMYB10-2. Esta proteína es la encargada de regular la biosíntesis de las antocianinas en la fresa a medida que madura. Cuando el gen está intacto, la fresa paulatinamente se torna roja. Pero cuando el gen está mutado, la proteína no se expresa correctamente y la fresa se mantiene blanca.

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