Carne de cerdo, joya de la corona de la gastronomía del Huila

La lechona y el asado huilense son los platos estelares en los restaurantes de Neiva. Su producción está basada en la carne de cerdo, que está profunda e históricamente ligada al departamento y a las fiestas de San Juan y San Pedro que se desarrollan por estos días.

03 julio 2021 |

No hay barrio en Neiva que no tenga al menos una cuadra llena de restaurantes. Asaderos, comidas rápidas y hasta locales especializados en la cocina de otras ciudades o países, son paisaje en cualquier recorrido por la capital del Huila. Y es que los huilenses personifican el buen comer, algo que se refleja también en el generoso tamaño de los platos que consumen y sirven a quienes los visitan.

La gastronomía de la ciudad, y en general de todo el Huila, es muy diversa: achiras, tamales y envueltos, son algunos de los platos más representativos. Pero es imposible hablar de la cocina huilense sin mencionar la carne de cerdo, que es la comida tradicional de una región que por estos días celebra seis décadas del festival de San Juan y San Pedro.

La carne de cerdo es la base de dos platos característicos de todo almuerzo opita. La lechona y el asado huilense han sido por generaciones los platos típicos, pues hay una profunda e histórica relación entre el departamento y el consumo del cerdo. Cuenta la historia que en la época indígena había tribus que llegaban al canibalismo para asentarse en los territorios donde hoy existe el Huila. Tras la conquista, los españoles inculcaron el hábito de no sacrificar personas, sino cerdos.

Pasaron los siglos y los campesinos del departamento, tras largas jornadas y extenuantes recorridos bajo el impetuoso sol de la región, encontraron en el consumo de cerdo la mejor forma de alimentarse para continuar con su trabajo. La familia Parga Ocampos, heredera de esa tradición, es la principal fabricante de lechona deldepartamento. Edinson Parga, creador de la empresa familiar, cuenta que la historia de su familia y la carne de cerdo se remonta a principios del siglo XX, cuando su bisabuela fue pionera en la fabricación de lechona, como se hacía entonces, en hornos de barro y leña.

Sus abuelos hicieron lechona. También la fabricaron sus padres. Y aunque se formó para la docencia y el levantamiento de pesas, la producción de lechona terminó guiando el camino de Parga y su familia. Pero inició su empresa familiar, “Lechona Pillipi”, en un momento en que la producción de ese plato típico tenía una gran competencia, por lo que tuvo que darle un valor agregado a su producto. “La mejor lechona que he conocido se hace en Bogotá”, cuenta Parga, quien explica lo que parece una extraña conclusión con la industrialización que hay en la capital para la producción de dicho plato.

Un viaje a Bogotá cambió la historia de “Pillipi”, apodo de infancia de Parga, quien era un pequeño muy pillo. Durante un recorrido por los barrios lechoneros de la capital hizo gala de su apodo de niño y se hizo pasar por periodista para preguntar sobre la producción del plato. Así se dio cuenta que la clave estaba en los hornos industriales, que reducían incluso en días el tiempo de cocción. Además de eso se lograba un producto con menos grasa y multiplicaba la producción y, por tanto, la cantidad de platos que podía ofrecer. A su regreso a Neiva, Parga y su familia montaron un restaurante que muy rápido se hizo famoso entre los habitantes de la ciudad.



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